Este artículo surge como una necesidad ante ese desvarío en la apreciación del valor que se da en las generaciones más jóvenes. El docente, como observador, lamenta sus entradas de palco al espectáculo de esta debacle en la racionalización de las equivalencias.
Antes de nada, vamos a aclarar qué entendemos los beneficios del mercado global. Nadie lo explicó mejor que el impopular Milton Friedman en su famosa lección del lápiz. La armonía de un proceso que atraviesa varios países es común en la producción textil de la gran distribución. Pero hoy no vamos a escribir sobre eso, sino acerca de una de sus consecuencias, la confusa apreciación del valor de las cosas.
Expongamos los hechos, en febrero de 2022, al final de los descuentos de invierno, era posible adquirir unos pantalones denim a 9,99 euros en una tienda física de la gran distribución, los descuentos aún eran mayores en sus homólogas virtuales. El precio de temporada de la misma prenda era de 29,99 euros.
Si nos trasladábamos unos 600 metros a una tienda de tejidos de barrio, una calidad similar a la de la prenda antes mencionada, costaría entre 15 y 20 euros el metro. Si añadimos los costes de patronaje, confección y fornituras, el resultado final nos sale por unos 100 euros. No vamos a ser idiotas, obviamente el precio por metro varía en función de la cantidad adquirida, tanto que la rebaja puede llegar al 99%. El coste del patronaje se divide entre el número de unidades por tanto en una producción masiva es algo despreciable. Y los costes de confección llegan a ser ínfimos en función del valor de la moneda de según qué país y sus leyes laborales. El precio de un pantalón en rebajas, es una cuestión macroeconómica y no de economía doméstica, y nunca, en ningún caso, debe tomarse como referente para realizar una valoración. ¿A que parece sencillo? pues en la práctica no lo es tanto.
Cuando uno de nuestros estudiantes, casi todos nacidos después del 11S, valora los precios del slow fashion, la palabra caro siempre está sobre la mesa. Es una estimación espontánea y natural, por tanto, difícil de erradicar.
Una prenda que se produce en poca cantidad, elaborada en España y con materiales de calidad es siempre cara. Aunque el concepto de caro debería tener que ver con sus costes y no con una comparativa que carece de sentido. El valor es subjetivo, siglos de sufrimiento nos ha costado entenderlo, pero a la hora de apreciar es necesario saber, y para saber es importante cuestionar ¿Dónde se ha realizado una prenda? ¿De qué materiales está hecha? ¿Cuánto va a durar en nuestras vidas? ¿Qué consecuencias para el medio ambiente tiene su producción? La experiencia y el conocimiento nos han salvado de muchos juicios erróneos. En aportar esa teoría nos encontramos ahora inmersos, porque si los estudiantes de moda no están informados ya no hablemos del resto del mundo al que estas cuestiones le son ajenas.