Good copy, bad copy

El video de “ The heart part 5” de Kendrick Lamar utiliza tecnología deepfake para convertir al rapero en diferentes personajes como Kaney West, O.J Simpson, Jussie Smolley o  Kobe Bryant. La imagen es muy sencilla, él viste camiseta blanca, bandana de arabescos negra y se presenta sobre un fondo granate desnudo, así que todo el aspecto artístico del video recae en esa parte indisimuladamente falsa. Encuentro aquí el ejemplo más reciente de que la copia puede despertar mayor interés que el original si cuenta con una narrativa y una buena razón de ser.

En el año 2000 y poco, cuando era estudiante de diseño de moda, acudí a una exposición llamada “Plagiarismo”. Una visita interesante que aún recuerdo a día de hoy. El recorrido  comenzaba con las copias más famosas de la historia, como  la Gioconda de Duchamp y el Quijote de Avellaneda, y terminaba con interpretaciones varias de iconos de la cultura popular, aka marcas registradas. En aquel momento, la lectura deseada por los impulsores de la muestra era la aceptación del valor del plagio. Las obras expuestas reivindicaban su existencia como parte de la cultura, la copia como elemento que no solo está presente sino que es importante en la construcción de nuestra sociedad y necesaria para el aprendizaje y la diversidad. Reinterpretar una obra podía ser un arte en sí mismo, además de aportar nuevos puntos de vista y cuestionar o contemporizar el concepto presentado en el original. 

La Gioconda durante la pandemia

En el año 2000 y poco, a los estudiantes de moda solo nos importaba ser originales. Algo  tenía valor si era nuevo y auténtico. Lo que entonces no sabía, era que ya admiraba grandes obras que a pesar de cumplir estas premisas, no eran del todo originales. El mejor ejemplo, “Girl with curious hear”, de David Foster Wallace, todos adoramos a Wallace por su particularísima interpretación de la cultura popular, aunque tomase prestados personajes tan icónicos como el payaso de Mcdonalds y utilizase su inventiva para que fuese él y no a la vez. También nos encantaba Banksy, un maestro de la ironía que utiliza un sinfín de obras de arte, marcas registradas y personajes famosos para hacer crítica social. En realidad, el arte contemporáneo está plagado de copias firmadas por Andy Warhol, Jeff Koons, Kwas … pero nunca habría pensado que esas obras eran en absoluto menos valiosas que el original en que se apoyaban.

Plagiadoja, la Marilyn de Warhol por Banksy

Desde la llegada de las redes sociales, nos hemos acostumbrados a comportamientos antes intolerables para la gran mayoría de la sociedad, podemos decir que el narcisismo y el plagio sin complejos se han normalizado. Si Instagram es la meca del primero, Pinterest lo es del segundo. La intención de la expresión propia sigue existiendo, pero requiere una gran fuerza de voluntad. Resulta  difícil ponerse a buscar inspiración a través de investigaciones primarias, cuando puedes ir a un buscador y encontrar una pieza ya diseñada en segundos. Hoy la lectura de la exposición plagiarismo sería distinta. Más que poner en valor la copia como portadora de contemporaneidad y diversidad se establecería la diferencia entre aquellas que utilizan el plagio para aportar algo auténtico y aquellas que simplemente atentan contra la expresión creativa.

Foto de portada Jean-Philippe Delberghe en Unsplash

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