La nostalgia recurrente de los Y2K

En los Y2K nacieron aquellos que escuchaban “Wannabe” de las Spice Girls en un discman, desarrollaron el sentido de la responsabilidad gracias al tamagotchi y la “Super pop” era su biblia, si eras de esos esto es para ti. 

Hubo una época, no tan lejana, en la que las noticias sobre la cultura pop llegaban mediante las revistas quincenales de kiosko. Y es que el Nokia 3310 no tenía 4G, pero si unos politonos inolvidables. 

Para los que crecimos en aquel entonces, acompañados de los zumbidos de messenger y deseando una llamada triple al puro estilo Lizzie Mcguire, nuestra cultura fue toda una odisea de la que renegamos durante años y la cual los Z veneran hoy. 

Por aquel entonces la viralidad no residía en tiktok. Coetáneo a “Incomplete” de los icónicos Backstreet boys, con un poco menos de glamour y con comic sans como fuente de referencia, el Instagram millennial se llamaba fotolog, un diario de abordo donde las las raves con tus amigos eran de todo menos aesthetic

En medio de esta oda a la nostalgia, y para algunos seguramente de la vergüenza, nos encontramos ante una década llena de moda y de icónicas referencias. Y es que “el efecto 2000”, más allá de lo hortera y las minifaldas, tiene mucho que enseñarnos. En un período donde coexistieron minimalismo y grunge; Britney Spears, las gemelas Olsen, Christina Aguilera y Paris Hilton eran unas verdaderas it girls. Acompañadas por el boom de los Furbys, prohibidos posteriormente por temas ligados a espionaje, nacía la generación que no tuvo miedo a llevar las tendencias al extremo. 

Si alguna vez te preguntaste a quién le pareció buena idea aquello de mezclar vestidos largos con pantalones y botas, Ashley Tisdale tiene la culpa. Y es que literalmente era la “Queen of early 2000s capitalist excess” en cada red carpet, Sharpey Evans tendría mucho que comentar al respecto.

Ashley Tisdale en la presentación de «Princess Diaries 2» (2001) vía Pinterest

Seguida muy de cerca en excentricidad no podemos olvidar a Hilary Duff. Más allá de incitarnos a soñar con unas idílicas vacaciones en Roma, donde conocer al amor de nuestra vida, consiguió que fuese “cool” aquello de llevar converse con vestidos de princesa. No era una necesidad, pero sí una estética a la que todas queríamos sucumbir. 

Hilary Duff vía Pinterest

Dicen que el mejor estímulo para la memoria es la música, y en este caso si hablamos de banda sonora solo hay un nombre: Avril Lavinge. Lo verdaderamente “Complicated” es pensar en esa época sin recordar algunos de sus éxitos pop-punk. Si no eras lo suficiente “motherfucking princess” para querer su pelo rosa, mínimo a los pantalones cargo si cediste. 

En los 2000 vivir momentos de crisis existencial, o en su defecto amorosa, no era sinónimo de cantar Olivia Rodrigo. Si verdaderamente estabas triste (a parte de ponerlo en tu estado de msn y aludir a que era una simple canción </3 ) se recurría al himno inmortal “The Climb” de Miley Cyrus, era lo más visceral a lo que aspiraba un adolescente tipo de la época. 

Aunque los iconos pop formaban parte indispensable de la estética dosmilera y los Y2K, había otro punto aspiracional que todos anhelábamos. Las series adolescentes de colegios envidiables. 

Quién diga que no quería estudiar en Newport Beach con Marissa Cooper, en PCA con Zoey o en el Elite Way School con Mía Colucci miente, o ¿acaso te fiarías de la palabra de una generación que empapeló las paredes de gotelé de sus habitaciones con pósters de los hits de la época? Eso si era sentirse observado. 

Looks Mía Colucci, Rebelde (2004) vía Pinterest

Tal vez por todo lo anterior, y porque aquella época fue el último halo de inocencia antes de la estafa que llaman vida adulta, nuestra adolescencia sea motivo inspiracional de las nuevas generaciones. 

Y es que eso de “Jóvenes eternamente” queda muy bonito en la canción de Pol 3.14, pero la realidad es que Avril Lavinge roza los 40, Paris Hilton está casada y Lindsay Lohan ha dejado de hacer películas adolescentes. 

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