Todo por una falda

Según Roland Barthes la semiología es un ejercicio de desmitificación, y cumple su cometido cuando logra desentrañar el significado que se oculta detrás del signo. 

Las prendas de ropa no significan nada por sí mismas, son los individuos y las sociedades los que convierten a los objetos en signos que puedan ser interpretados por otros. Si ya es difícil determinar qué o quién aporta el significado, nos podemos hacer a la idea de lo complicado que será acertar con la interpretación correcta, si es que esta existe. 

Últimamente nos ha sorprendido la polémica suscitada por el uso de una falda, una prenda que es utilizada por ambos géneros desde la cultura Vinča (entre el 5700- 4500 A.C). Los hombres sumerios, egipcios, romanos y griegos, por citar a algunos, llevaban falda. Los griegos incluso veían con desdén el uso de calzones que caracterizaba a los pueblos bárbaros. Si nos remitimos a Asterix, vemos como los modernos romanos llevaban sus minifaldas y los galos pantalones, aunque en aquella época se les llamaban bracece, origen de la palabra braga. Podemos concluir que en la época del imperio romano unos hombres llevaban falda y otros iban en bragas. No fue hasta el siglo XIII en el que cierto avance en la mecanización de procesos de confección permitió la popularización de los pantalones, eso sí, solo entre el género masculino. 

Aunque en varias culturas del mundo los hombres llevan falda en la occidental solo está bien visto si lo hacen los escoceses.  Que por otro lado son el paradigma de la masculinidad, desde Mel Gibson en  BraveHeart  hasta Sean Connery. A lo largo de mi corta vida, si la comparamos con la de la falda, he visto muchos intentos de incorporar esta prenda al armario masculino. Entre ellos destacaría una elegantísima microcolección de Hugo Boss alrededor del año 2000, con kilts en tonos grises y verdes, y las recientes maxifaldas samurai de Virgil Abloh para Louis Vuitton en 2019. La falda masculina ha aparecido casi cada temporada entre estas dos y es obvio que nunca se convirtió en tendencia. En los últimos 20 años nos hemos permitido escandalizar con pantalones por debajo de las nalgas, tangas a  la vista o  arneses bondage por encima de las camisas pero no hemos dejado nunca que los hombres vistan faldas, y merece la pena preguntarse el porqué.

Desde comienzos del 2020, Tik Tok, la red social por excelencia del año en que todo parece venir de China, se ha llenado de hombres vistiendo faldas para reivindicar cosas bastante diferentes, desde el feminismo a la derogación del género. Las revistas de estilo de vida han abrazado con entusiasmo el fenómeno y hemos leído titulares como “ La radical masculinidad blanda del hombre hetero” o adoptado términos nacidos de un hashtag como femboy.  La historia llegó a los medios españoles debido al caso de un adolescente vasco que un buen día de octubre decidió vestir una falda para ir al instituto. No solo se lo  prohibieron sino que le recomendaron ver a un psicólogo. Imagino que perplejo por la ignorancia de los que se supone que deben educarle, el chaval subió su historia a internet y esto precipitó un movimiento de jóvenes vistiendo falda en centros educativos de toda España. Con este fenómeno viral muy presente llegó el número de diciembre del Vogue americano. Por primera vez en la historia la portada de Vogue sería protagonizada por un hombre en solitario, su nombre era Harry Styles y además llevaba un vestido. Un músico británico muy vinculado al mundo de la moda y famoso en este campo  por haber traspasado en innumerables ocasiones los límites de género con su vestimenta.Los hombres vistiendo indumentaria femenina no son nada nuevo en el mundo de la música con lo que era fácil que encajase a nivel estético, ya teníamos a Bowie y  Kurt Cobain. Pero entonces llegó una ola de protestas, que unió en frente común al sector conservador americano y a los colectivos trans. Por lo visto para los primeros, Harry Styles llevando un vestido es parte de una conspiración para acabar con la masculinidad en occidente y dejarnos desprotegidos sin hombres capaces de luchar por su patria (palabrita de Candance Owens) . Para los segundos, es una ofensa que tenga que ser un hombre blanco y hetero el que lleve el vestido (y los derechos)  que ell@s se han trabajado.

La falda no es nada, solo un objeto, pero durante siglos ha sido utilizada mayoritariamente por un género en concreto y se le ha prohibido socialmente al otro. Un hombre con falda ahora podría ser un símbolo de solidaridad o rebeldía,apoyar el feminismo o reivindicar que los roles de género nos afectan a todos los géneros por igual .Es un  significante con muchas interpretaciones, tantas como personas o microcolectivos. Aparentemente hemos avanzado como sociedad desde comienzos de siglo, y es cierto que la libertad de la que disfrutan los jóvenes de hoy en día no tiene nada que ver con las restricciones y tabúes sociales que sufrimos la generaciones anteriores. Pero como bien retrata con humor negro  la excelente serie Heathers de 2018,  treinta años solo han servido para cambiar a los actores pero con el mismo sistema. La realidad es que sigue existiendo un tufo totalitarista en el que una parte de la sociedad, sea esta de mayor o menor tamaño, se cree con el derecho o incluso la obligación de dictar a la otra lo que puede o no puede hacer. Es posible que el mayor logro del  hombre con faldas sea poner esto de relieve.